Nací en el año 1967. Era otra época. Sin móviles. Sin ordenador ni internet, pero podíamos leer comic de Marvel entre otros. ¡Fuera nostalgia, hoy es hoy, el pasado quedó atrás y fue como tuvo que ser! Me hice ingeniero y tuve la suerte (suerte y responsabilidad van de la mano) de participar en muchos proyectos. Llegó la Universidad y aprendí aún más, porque no es lo mismo hacer que enseñar. Ahí sigo como profesor. También, en otro plano del conflicto: lógica&emociones, he sido empresario y accionista en varias empresas relacionadas con la ingeniería, proyectos y los desarrollos industriales. Obsesionado con mejorar el mundo, trabajo en nuevos materiales para la construcción capaces de reducir las emisiones de CO2, si bien, para mejorar al mundo debemos mejorar a la gente con una regla de oro (las matemáticas otra vez): ética + moral + responsabilidad = mundo perfecto. No me considero un músico, sí un creador. Aun así, toco la guitarra, a mi modo y golpeo las teclas del piano como si fuese un leñador en plena faena. Además de los registros de obras, de mi canal de youtube (abandonado) he participado en multitud de conciertos e interpretaciones con otros autores, músicos y poetas. Lo más destacable, bajo mi punto de vista, es hacer que la gente se emocione (no siempre se consigue) y lo pase bien, o haber ayudado en un anuncio de Cruz Roja. En el plano literario, aparcado de momento porque la lógica del día a día absorbe todo el tiemplo, hay obras terminadas y otras pendientes (nunca tuve problema con las musas que me hablan al oído permanentemente). Empecé con quince años más o menos. Aún recuerdo el relato corto: Las siete llaves. Me quitaba el sueño, lo juro. Luego llegó mi primera novela, terminada en contenido, pero no en lo demás (revisiones, correcciones…), cuyo título aún me cuestiono: El Imperio de los Kurt, que dio comienzo a adentrarme el mundo del 3d. Pensé que una imagen (en el mundo de la ciencia ficción) era una buena idea. Más tarde, me publicaron un relato corto titulado: Las Arenas del tiempo perdido en la revista Atzavares. En el 2012, con la editorial Mundos épicos, mi primera novela titulada: El Legado del Brujo. Después: El Demonio Blanco, Arioc, Sombras negras, La Esfera, Susana, Escorpión, La Gitana, El Hombre Perdido. Vestida de Rosa. Mi penúltimo proyecto con más de cien imágenes que representan las distintas escenas de la novela: Sferas, y de forma similar: Mercenarios. Si Dios quiere, se irán publicando poco a poco.
Me despierto en esas mañanas, las de sábado, domingo, las de vacaciones, pensando a dónde iré, qué haré cuando me levante. Hay tanto que hacer…  Mantengo los ojos cerrados e imagino ese escenario que no pude terminar el día anterior, o qué historia encierra esa imagen. Puede ser al revés, y busco una cara a esa idea que me ronda y me atrapa. Estoy convencido de que mi imaginación intenta devorarme, sé que tiene la necesidad de alimentarse de mí, es como un depredador y yo soy su presa. Tal vez se trata de un ente que me vigila para llenarme de acordes y melodías la cabeza, de personas y lugares, de historias y conflictos. Así recibe su energía, de mí. Hace tiempo que le guardo el secreto, como buenos amigos, porque así la considero, mi mejor amiga. Una amiga voluble, sí. Se va con quien le place y aparece en el momento y lugar que ella decide, cuando le apetece y como ella estime oportuno. Y como cualquier ente, también se enfada. Es caprichosa y descarada, cruel y amable, sexual y borde. Pero cuando llegas a entenderla es la compañera más maravillosa del mundo. Tanto es así, que provoca tantos o más celos que el amor. Me levanto y le pregunto a mi compañera. Decidimos que será la música. Se me eriza el vello, porque hoy estoy triste, melancólico. Esa melodía que surge será aún más intensa, y me moverá el alma, aunque habrá un momento en que me hará saltar como un poseso, pero al siguiente, me llenará de lágrimas. Si el ánimo cambia, tal vez me apetezca escribir. Entonces empieza la aventurera. Escribir es viajar, es la sensación de un poder inconmensurable que nos lleva a cualquier lugar. “Un viaje infinito hasta el infinito”. Pero en ese viaje, nos encontramos con una nueva compañera, una que se lleva fenomenal con la imaginación, me encuentro con: la reflexión. En ese momento nos convertimos en filósofos de nosotros mismos, obligándonos a observar el mundo, a la gente, al entorno que nos rodea. Ambas compañeras me han enseñado que escribir es como el hijo, o el alumno, que nos hace preguntas sin parar. Incluso de nosotros mismos. Si aún queda domingo, recojo los trastos y me meto en el despacho. Miro mi cuaderno de notas, de esquemas y dibujos. Enciendo el ordenador e intento plasmar esas escenas de aquellas historias que aún siguen en mi cabeza, y sigo viajando… aunque apenas he empezado mi aventura.
Me despierto en esas mañanas, las de sábado, domingo, las de vacaciones, pensando a dónde iré, qué haré cuando me levante. Hay tanto que hacer…  Mantengo los ojos cerrados e imagino ese escenario que no pude terminar el día anterior, o qué historia encierra esa imagen. Puede ser al revés, y busco una cara a esa idea que me ronda y me atrapa. Estoy convencido de que mi imaginación intenta devorarme, sé que tiene la necesidad de alimentarse de mí, es como un depredador y yo soy su presa. Tal vez se trata de un ente que me vigila para llenarme de acordes y melodías la cabeza, de personas y lugares, de historias y conflictos. Así recibe su energía, de mí. Hace tiempo que le guardo el secreto, como buenos amigos, porque así la considero, mi mejor amiga. Una amiga voluble, sí. Se va con quien le place y aparece en el momento y lugar que ella decide, cuando le apetece y como ella estime oportuno. Y como cualquier ente, también se enfada. Es caprichosa y descarada, cruel y amable, sexual y borde. Pero cuando llegas a entenderla es la compañera más maravillosa del mundo. Tanto es así, que provoca tantos o más celos que el amor. Me levanto y le pregunto a mi compañera. Decidimos que será la música. Se me eriza el vello, porque hoy estoy triste, melancólico. Esa melodía que surge será aún más intensa, y me moverá el alma, aunque habrá un momento en que me hará saltar como un poseso, pero al siguiente, me llenará de lágrimas. Si el ánimo cambia, tal vez me apetezca escribir. Entonces empieza la aventurera. Escribir es viajar, es la sensación de un poder inconmensurable que nos lleva a cualquier lugar. “Un viaje infinito hasta el infinito”. Pero en ese viaje, nos encontramos con una nueva compañera, una que se lleva fenomenal con la imaginación, me encuentro con: la reflexión. En ese momento nos convertimos en filósofos de nosotros mismos, obligándonos a observar el mundo, a la gente, al entorno que nos rodea. Ambas compañeras me han enseñado que escribir es como el hijo, o el alumno, que nos hace preguntas sin parar. Incluso de nosotros mismos. Si aún queda domingo, recojo los trastos y me meto en el despacho. Miro mi cuaderno de notas, de esquemas y dibujos. Enciendo el ordenador e intento plasmar esas escenas de aquellas historias que aún siguen en mi cabeza, y sigo viajando… aunque apenas he empezado mi aventura.